Confieso que yo lo he hecho más de una vez.
El desenlace de algunas historias no desvela ninguna información esencial del inicio,no provoca que el lector pierda el interés por llegar al término, más bien al contrario, despierta su curiosidad por saber cómo se han desarrollado los acontecimientos que han provocado el devenir de la historia.
Es el caso de La Odisea:Ulises llega por fin a Ítaca y se reune con su esposa Penélope que lo ha esperado durante veinte largos años. Nada en este final nos revela quién es Ulises, dónde estaba y mucho menos hace sospechar que se ha enfrentado a numerosos peligros. La Odisea no es una novela de amor, Ulises no vaga por el Océano en busca de su amada Penélope, la Odisea es una novela de aventuras, de viajes.
Durante este curso en griego de 1º vamos a leer el texto de Homero. Como siempre hablo demasiado, ya les he contado a las alumnas que Penélope ve recompensada su espera con la llegada de Ulises y por fin son felices y comen perdices. Me sorprende que todas lancen un sonoro suspiro y añadan ¡Qué bonito!. No sé que tiene de bonito esperar - tejiendo una mortaja para tu suegro- a un hombre a quien prácticamente no conoces (no te dio tiempo a conocerlo antes de irse a la guerra), mientras él de vuelta de Troya se entretiene durante unos años con la ninfa Calipso, se deja querer por Nausicaa, seduce al la maga hechicera Circe y conociéndose bien se ata al mástil para no correr tras las sirenas. En fin, una joya que más parece que se haya ido de despedida de soltero que a la batalla de Troya.
De todos es sabido que la fiel Penélope con la puerta del palacio llena de pretendientes inventó una estratagema para rechazarlos uno tras otro: elegiría como esposo a uno de ellos el día que acabara de tejer el sudario de Laertes, el padre de Ulises. Lo que los pretendientes no sabían era que Penélope deshacía el trabajo hecho durante el día y volvía a empezar al siguiente. Quizá la fiel Penélope, sabedora de que como mujer no podía heredar los bienes de Ulises ni tampoco convertirse en reina de Ítaca, no quería entregar toda su hacienda a un desconocido, prefería disfrutar de su cómoda vida de reina consorte y no pasar a depender de uno de los pretendientes. La mujer griega pasaba a ser propiedad de su marido y no tenía ningún derecho. Quizá le convenía que Ulises tardara en volver. Probablemente a Homero no se le ocurrió esta posibilidad.
La figura de Penélope ha servido de motivo a obras literarias y canciones. La más conocida es la de Joan Manuel Serrat que nos presenta a una Penelópe homérica.
Pero yo, que ya sé un poco más que mis alumnas (porque me he leído la Odisea y no por otra cosa) me quedo con la de este cuento de Augusto Monterroso:
La tela de Penélope o quién engaña a quién
Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.
Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.
De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada.
¿Y vosotras? ¿Que haríais en lugar de Penélope? Inventad un nuevo final para la Odisea. Lo leeremos en clase y publicaré el mejor en el blog.